Un truquito más...

De música en música, Enrico Macías ha atravesado las décadas sin que el tiempo pareciera atenazarle, acunando nuestros años salvajes y acariciando nuestras sienes blancas. Niño de Constantina, fue en París donde un día se instaló para cantar al amor, a la vida y a la amistad, todos esos valores que, si nos tomamos la molestia de adoptarlos, pueden tender un puente entre culturas, entre generaciones y entre países. Sesenta años después, sigue, mendigo incansable de amor, calentándonos con su sonrisa soleada, invitándonos, entre Oriente y Occidente, a abrir nuestras manos, nuestros corazones, a dar sin contar el coste y a recibir sin límite. Para deleite del mundo, nunca colgó el micrófono, aunque a veces le gustara escaparse al cine, para seguir reuniendo almas de buena voluntad en torno a un mensaje de esperanza, tolerancia y fraternidad. Como rayos de sol que se abren paso entre espesas nubes, su cálida voz y su poesía humanista vuelven para recordarnos que lo más importante, al fin y al cabo, ¡es conservar siempre en nosotros la loca esperanza de un mañana en paz!

"¡60 años de éxito! Que siga la fiesta..."